Tic. Tac. Tic. Tac. El tiempo
marcado por el monótono reloj oxidado se acompasa con los rítmicos latidos
cardíacos, que podrían parar en cualquier momento. Me hace gracia lo caprichosa
que es la vida. Nos esforzamos en generar unos sueños, ilusiones y esperanzas
que no tenemos ni puta idea de si podremos llegar a cumplir algún día. Metas
que lograr, personas con las que relacionarse, buscar LA FELICIDAD. ¿Para qué?
¿Qué más da si al final todo cae en saco roto? ¿Por qué mierda ponemos tanto
empeño en conseguir todo eso si al final lo único común a todos nosotros es que
moriremos? No tiene sentido.
“No, es que no hay que pensar en
eso”, me dicen. ¿Y eso por qué? Todo el mundo se pasa la vida dando clases de
moralidad, porque claro, al ser humano le encanta opinar de cualquier cosa,
aunque no tenga ni idea de qué está hablando. La ignorancia es insultantemente
atrevida. Y luego resulta que no puedo plantearme esa cuestión, ¿qué pasa, es
tabú? ¿En serio os hace felices engañaros? Hacer como que sois felices. O que
tratar de ser felices va a servir para algo. Venga ya, es patético.
“La vida merece la pena”.
Permíteme discrepar. En 21 años de existencia (habrá quien diga que eso es un
suspiro, pero la verdad es que me da igual), que a mí se me han hecho eternos,
por cierto, aún nada me ha dado ni un puto motivo por el que merezca la pena
esta mierda a la que llaman vivir. Creo que nunca he conseguido alcanzar eso otro
a lo que llaman felicidad, y la vez que estuve más cerca de lograrla, me llevé
el mayor batacazo hasta la fecha. ¿Que merece la pena? Pues lo siento, pero yo
a eso no le veo coherencia por ninguna parte. Quizás el problema sea mío.
Quizás por algún motivo yo esté marcado y condenado para siempre a vivir en la
oscuridad de un pozo sin fondo sin más visión que el reflejo del espejismo de
felicidad de mis prójimos.
Hacía mucho que no me sumía tanto
en las sombras. Hacía mucho que no tenía presente cuál es mi verdadera
condición y hubo momentos en los que estuve a punto de introducirme en vuestro
atractivo sueño idílico. Pero supongo que se acabó. Supongo que por eso vuelvo
a escribir. Supongo que vuelvo a realizar visitas introspectivas a mi
perturbada mente y solo encuentro vacío y desolación. Pero prefiero ser un
infeliz con los ojos bien despejados que alguien que cree ser feliz porque
tiene delante una pantalla imaginaria con dibujos de formas bonitas que le
impiden ver cómo son las cosas en realidad. Hoy simplemente he recordado.
Ahí os quedáis, con vuestros
sueños, ilusiones y esperanzas. Me alegro de que a vosotros os sirvan de algo.
Porque a mí no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario