martes, 12 de agosto de 2014

Realidades

Me tiene que bastar con la escarificación de tus dedos en mi piel. Me tiene que bastar con el recuerdo de tus ojos mirándome fijamente, y tu cara, mezcla de deseo, temor e incredulidad. El recuerdo de tu leve asentimiento de cabeza cada vez que te besaba, y de tu sonrisa de odio cada vez que emitías enfatizados descalificativos contra mí. Me tiene que bastar con el rastro del tacto de tu piel, punteada en tu preciosa nariz y sus aledaños pomulares.


Mientras aprendo lo imposible.

Mientras aprendo a ser sin ti, un contrasentido para una relación simbiótica, un suicidio.

Mientras aprendo a olvidar sin querer lo que significaba abrazar tu espalda bañada por un sudor que se deslizaba como mis labios hacia tus entrañas. La expresión de tu rostro al mínimo roce de mis dedos y la espectacular sensación que eso provocaba en mí. Las alusiones teológicas a mi nombre antes de exhalar un penúltimo estertor. Los arañazos en mi espalda y las marcas en tu cuello, como si fuésemos dos animales que se guían por el instinto de alimentarse, de sobrevivir, de amarse de forma ilícita, inhumana, prohibida. Y el último beso eterno que nos dejamos en un andén maldito.

Todo esto, mientras me suelto del clavo ardiendo que es estar sin ti.

Mientras sé que toda esta mentira de olvidarte solo existe en un universo paralelo.

Mientras en éste, elijo quedarme contigo.


domingo, 10 de agosto de 2014

A salvo

Me sigo suicidando lentamente al sumergirme en las lagunas de ebriedad que me proporciona esta botella vacía. ¿Para qué asomarme a la ventana, si sé que el vértigo me impedirá saltar? ¿De qué sirve buscar con ahínco la felicidad sabiendo que mis demonios la esconden con esmero? Paradójicamente siempre fui yo el que jugaba al escondite. Me escondía de todo y de todos. Me escondía porque tenía miedo. Me escondía hasta que llegaste tú. Creía que nadie jamás encontraría las raíces repletas de cicatrices de aquel abandonado árbol lejos de la muchedumbre, donde me había enterrado. Era un lugar perdido, pero me sacaste de ahí. Yo me dejé sacar porque tu calor es el único que no me repele. Me dejaste desnudo ante ti, vulnerable, grabándome ese instante a fuego en el pecho. Memorizaste primero mi alma, y luego mi cuerpo, deteniéndote en tus puntos estratégicos favoritos. Para luego desvanecerte. No fue real. ¿Qué buscabas entonces? Y, en cualquier caso, ¿ahora qué? ¿Debería volver a enterrarme? ¿Y si ya no sé hacerlo? ¿Y si me has limado las garras de sepultar cosas, como si fuese un perro agresivo?


Me he vuelto a esconder. Aunque sé que tú sabes dónde encontrarme. Solo tú. Porque eres capaz de sonsacármelo solo con mirarme a los ojos. Permaneceré ahí abajo hasta que vuelvas a buscarme, como si fuese tu tesoro oculto.

sábado, 2 de agosto de 2014

Martirio

Es ahora cuando quiero beber hasta llegar al coma etílico. Es ahora cuando quiero despeñarme porque sería menos doloroso que esto. Es ahora cuando quiero besarte, abrazarte como si no tuviésemos prisa. Como si el tiempo se parase. Como si nuestra complicidad se inmortalizase y nuestros jadeos se eternizasen. Como si pudiese detenerme durante un lapso interminable a recorrer las preciosas constelaciones que rodean tus pardas esferas oculares. Como un niño que ve el mar por primera vez, mudo ante la inmensidad de lo que tiene delante, inseguro y asustado, pero también maravillado. Para, finalmente, vaciarme en esos reconfortantes abismos de comprensión, deslizarme por ellos, acurrucarme, tornar la tristeza en luz y morir ahí dentro, invadido por la paz más absoluta. Como si todo esto fuese real. Como si de verdad pudiese quedarme…
…contigo.

Pero…
Quizás nunca aprendamos a ser uno sin el otro.
Quizás siempre estemos rotos.
Quizás yo lo esté.

Quizás…