Vivimos en una sociedad algo futurista, tan solo
unos años más adelante, o quizás en un universo paralelo. La gente tiene robots
personales, pero no todo el mundo, es algo relativamente lujoso. Yo viajo en
autobús y hay un tipo con dos robots, por lo que lógicamente llama la atención.
De repente se forma algo de revuelo. El tipo se ha bajado del autobús pero al
bajar, ha pasado algo con sus robots, parece que han caído. La gente especula
con que se puedan haber estropeado, que haya habido un desnivel en la bajada
del autobús, hayan caído mal y se han volcado… Sin embargo, hay quien afirma
que ha visto a unos hombres huir corriendo del lugar de los hechos. Yo colaboro
con la policía en la investigación de escenas del crimen y cosas similares. No
soy detective, pero dispongo de una licencia especial para investigar por mi
gran capacidad deductiva que ha resuelto ya más de un caso. Así que, al ver el
revuelo, me bajo para ver qué ha sucedido. Con lo que me encuentro es con el
dueño de los robots, con las manos a la cabeza. A su lado, se encuentran dichos
robots, en el suelo. Cada uno tiene un cuchillo de un tamaño realmente
considerable incrustado en la cabeza. Por supuesto, han perdido toda
funcionalidad. Me asusto ante la fuerza bruta necesaria para hundir de esa manera un cuchillo en un robot de acero.
Espero tranquilamente a que llegue mi patrulla de
policía, con la que colaboro. Voy haciendo mis cábalas, pero al rato prefiero
dejar la mente en blanco y observar la escena impasible mientras disfruto de un
café. Por fin llega el jefe de detectives en su coche patrulla. Me levanto y le
acompaño a hablar con el afectado dueño de los robots. No había podido hablar
yo con él. Aunque tengo licencia para investigar y para asistir a los
interrogatorios y las declaraciones de testigos, no tengo potestad para ejecutar
ninguna de las dos cosas yo solo, por lo que aún no he podido hablar con la
víctima del acto vandálico. Sin embargo, ya tengo mis propias deducciones, que
pronto puedo comprobar que coinciden con las del jefe. Cuando llega, me dice a
mí, al tipo y a su compañera que nos vayamos a los muelles, para estar algo
alejados del barullo que se había formado. Una vez llegamos ahí, empieza a
tomarle declaración al hombre, que al principio habla muy deprisa y
erráticamente. Le insta a que se calme y le pregunta por los detalles
circunstanciales de los hechos, mientras la compañera y yo hacemos preguntas
puntuales, aunque todos sabemos más o menos por dónde van los tiros. Después de
escucharle, el jefe me pregunta mi opinión, aunque ya la conoce. Parece
bastante claro que se trata de una amenaza explícita de muerte. El hombre se
altera mucho y se echa a llorar, pero entre la compañera y yo conseguimos
calmarle un poco. Una vez se ha serenado, empiezan las nuevas preguntas de
rigor. Si tenía enemigos y si había pasado algo recientemente por lo que
quisieran matarle a él, a algún familiar… Él nos contesta que había intervenido
en un robo de un banco. Se sentía mal porque no había intervenido…
contribuyendo como buen ciudadano. Él estaba en el banco cuando se produjo el
robo y, aprovechando la confusión, consiguió hacerse con parte del botín. Por
la forma en la que cuenta la historia, puedo deducir que está mintiendo. Miro
de soslayo al jefe y confirmo mis sospechas, porque su mirada refleja que
piensa lo mismo. Después de tantos casos, hemos aprendido a entendernos
bastante bien con el lenguaje corporal, lo cual es útil dadas estas
situaciones. Sin embargo, decidimos que continúe con la historia para ver si
nos puede dar algún dato relevante. Cuando acaba, lo que puedo deducir es que
él formaba parte de la banda de atracadores. Sin embargo, tenía todo planeado.
Él iba a ser su contacto dentro del banco, por lo que ya estaba allí cuando
entraron los demás armados. Su plan era sencillo, y fue precisamente lo que
hizo: esperó a que sus compañeros hicieran el trabajo sucio, y cuando ya estaban
saliendo de allí, y con cuidado de que nadie le relacionase con ellos, logró hacerse
con parte del dinero “recaudado”. Por supuesto, previamente había avisado a la
policía, que ya estaba esperando para recibirles con los brazos abiertos. Los
atracadores no esperaban una acción policial tan rápida, puesto que lo tenían
todo bien calculado, pero no contaban con el detalle de que hubiese un traidor
entre ellos. Él fue a refugiarse entre las fuerzas del orden cual asustado
cliente de la banca, mientras estas intervenían, arrestando a los tres
ejecutores visibles del crimen. Todo su plan estaba saliendo a la perfección,
los sujetos ya estaban detenidos y pronto él podría irse con su dinero a comprar
un par de robots de los que todo el mundo hablaba. Sin embargo, llegaron
refuerzos de los malhechores, liderados por una ágil y aguerrida muchacha, que
de forma rápida y brillante consiguieron liberar a los presos y huir con ellos,
dejando a la policía totalmente fuera de juego. Nuestro amigo se quedó
totalmente en fuera de juego y huyó rápidamente también. Rápidamente, lo
dispuso todo para salir del Estado en el que se encontraba, y una vez estuvo a
salvo, se instaló en su nuevo hogar y compró los dos robots que tanto deseaba.
Por lo tanto, ya hace un par de meses al menos que sucedió el incidente del
banco. Cuando le contamos nuestra versión de los hechos, el amigo se queda
pálido y no le queda más remedio que reconocer la veracidad de los mismos. El
jefe le dice que sintiéndolo mucho, queda detenido por el robo del banco, y que
pasará a disposición judicial del Estado correspondiente, que será quien dicte
su condena. Sin embargo, y dado que la banda de atracadores quiere acabar con
su vida en venganza por la traición cometida, hemos de proporcionarle escolta
hasta la comisaría. Antes de nada, nos interesamos por la información que puede
conocer esa gente sobre él, con quién pueden haber hablado para tener detalles
sobre su rutina y poder ejecutarle en el momento preciso. Él dice que nadie
podría relacionarle con ellos, que ha contado la historia a varias personas
pero dando detalles muy sesgados y aportando su propia visión. Sin embargo, en
cierto momento, cuando nos está relatando la versión que ha estado contando,
llega al punto del rescate y dice el nombre del a chica. Enseguida se queda
paralizado por el horror ya que todos nos hemos dado cuenta. Ha estado
largándole el nombre de dicha fémina a todo el que le ha contado lo sucedido, y
por lo tanto, cualquiera que pregunte por él, va a poder vincularle claramente
con el suceso. Solo habrán bastado unas monedas y los atracadores sabrán sus
rutinas exactas y es posible que hasta su posición actual. El tipo empieza a
ponerse muy nervioso y el jefe insiste en entrar a un bar mientras pensamos qué
hacer, para no estar en mitad de la calle, donde somos mucho más vulnerables.
El jefe y yo nos quedaremos con el recluso mientras la chica va a la comisaría
a dar informe de todo lo sucedido.
-Aparece una niña sobre una superficie circular que
flota sobre agua. Parece una especie de refugio subterráneo. La única compañía
de la niña en la plataforma es una rata. Ha aprendido a apreciarla puesto que
es mejor la compañía de una rata que la absoluta soledad, que sin duda le
desquiciaría. Parece estar dentro de algún tipo de refugio, en el interior de
alguna cueva metida en el mar. Recuerda que unos hombres la raptaron y la
llevaron allí, pero no sabe dónde está, ni recuerda nada del viaje hacia su
actual destino. Solo tiene mucho miedo, aunque este sentimiento está dando paso
a la incertidumbre. De repente siente paz interior. Queda en silencio y solo
escucha el sonido de las olas impactando contra las paredes de la cueva y los
gruñidos de la rata. Al menos parece un refugio bastante elaborado, ya que
dispone de hasta instalación eléctrica. La plataforma en la que se encuentra
está anclada a una plataforma más grande, a mayor altura, y con base en el
suelo, la propia base del refugio. Se le pasa por la cabeza la posibilidad de
subir hasta ahí y al menos sentirse más estable y segura. Sin embargo, está muy
lejos, y ella está algo cansada. En un momento dado, sobreviene una violenta
sacudida de las olas, o quizás sea una corriente interna que se ha formado. En
cualquier caso, la plataforma sobre la que se halla se agita, y aunque intenta
mantenerse encima aferrándose a ella, acaba cayendo al frío agua. La rata
también cae, pero se las apaña para nadar, y de algún modo consigue llegar a la
plataforma principal. El miedo se vuelve a apoderar de ella. No sabe nadar.
Lucha por volver a subirse en la plataforma, con la desesperanza invadiendo
todo su cuerpo. Apenas le quedan fuerzas ya, traga agua, salada. Cuando empieza
a aceptar su muerte, una mano sale de entre las sombras y la saca del agua…-
Entramos en el bar, donde ya somos viejos
conocidos. Demasiadas tardes después de un trabajo bien hecho, hemos venido los
compañeros a relajar las tensiones entre
cervezas. Así que se podría decir que he acabado cogiendo cariño a todo el
equipo y que incluso el jefe y yo nos hemos hecho buenos amigos. Pienso en esto
mientras el camarero, un tipo simpático y bonachón que bromea con nosotros, nos
pone unas cervezas. En situaciones normales, y estando de servicio, estaría
prohibidísimo que nos pusiésemos a beber. Pero aquel era un caso especial,
necesitábamos pensar algo rápido pero con la cabeza fría, y nada mejor que una
cerveza bien fresquita para ayudarnos a llevar a cabo dicha tarea. El recluso
hace tiempo que no habla. Tiene la tez totalmente blanca y la mirada perdida.
Está totalmente ausente. Parece como si ya se diese por muerto. En un momento
dado, entran tres tipos con un aspecto un tanto intimidatorio. El jefe está
absorto hablando con el camarero, y el prisionero ni siquiera parece estar en
este mundo. Así que solo yo parezco reparar en la entrada de estos individuos.
Por desgracia, actúan con mucha velocidad y no me da tiempo a hacer
absolutamente nada antes de que uno de ellos saque una pistola y le vuele los
sesos al prisionero. Entonces reacciona el jefe y trata de sacar su arma
reglamentaria, pero ya tiene dos pistolas apuntándole a la cabeza. Así que no
le queda más remedio que obedecer y dejar su pipa en el suelo. A continuación,
los tres atracadores empiezan a pedir todo su dinero a los presentes. Sin
pensarlo un momento, el jefe y yo les damos todo lo que llevamos encima (en mi
caso, poco más que calderilla). Una vez han terminado la recaudación, nos
ordenan a todos los presentes en el lugar, ponernos en fila pegados a la pared.
Tienen el control de la situación. No sé a qué juegan, pero obedecemos sin
hacer preguntas. Al dirigirme hacia la pared, observo el inerte cadáver que
minutos antes era una persona y de repente me entran náuseas. No sabría
explicar por qué, ni que fuese el primer cadáver que veo. Supongo que por lo
peliagudo de la situación. Una vez nos tienen a todos alineados, uno de ellos
nos va apuntando a todos con su pistola. Va recorriendo con su brazo el espacio
que va de un lado a otro de la pared, enfocando el cañón de su arma a nuestras
cabezas. Después de hacer el recorrido varias veces, se para y dice algo en mi
lengua materna, por lo que los demás no lo entienden y el primero en desencajar
el rostro soy yo: “Que empiece el juego”. Y sin más dilación, le mete al tipo
de mi lado una bala entre ceja y ceja. Empieza a cundir el pánico, pero ahora
grita de forma que todos los presentes entiendan, “QUIETO TODO EL MUNDO. AL
PRIMERO QUE SE MUEVA LA REVIENTO LA PUTA CABEZA”. Sin embargo, su juego
continúa, y acto seguido, dispara a otra persona. Comienza entonces el caos. La
gente intenta salir corriendo, huyen por sus vidas, pero todos los que van
hacia la puerta reciben un tiro en la nuca. Yo me quedo quieto, sin saber muy
bien qué hacer. Me tiro al suelo, de rodillas, con las manos en la cabeza, y
empiezo a sollozar. Y entonces, de repente sucede. En apenas una fracción de
segundo siento demasiadas cosas. Un miedo atroz se apodera de mí mientras noto
como una bala me abrasa el cerebro. Mi cuerpo queda inerte, y antes de dejar de
sentir, noto el bombeo de sangre hacia mis extremidades, y cómo se va
extinguiendo. Y caigo… caigo… caigo.
Tengo miedo de tratar de abrir los ojos, porque
quizás esté muerto de verdad y no pueda hacerlo. No conozco lo que se siente al
estar muerto, ni si hay algo detrás, por lo que el pánico que me invade es
mayúsculo. Al final, reúno todo el valor que puedo y consigo abrir los ojos. Sin
embargo, en realidad tengo la sensación de que me he despertado de un sueño
para acabar en otro. Me siento en una especie de limbo y empiezo a reflexionar
sobre el sueño que acabo de tener. Se me pone la piel de gallina y se me saltan
unas cuantas lágrimas. Ahora al escribir estas líneas, vuelve a suceder. Lo he
llegado a pasar realmente mal, pero ha sido una historia acojonante que creo
que merece la pena escribir. Mientras me encuentro en este limbo temporal en el
que no sé ni en qué hora vivo, suena el odioso despertador a un volumen
desmesurado. No sé cuánto tiempo ha pasado desde el sueño, pero creo que
incluso me había dado tiempo a iniciar otro, aunque no lo recuerdo. Lo único
que sé es que ahora sí que estoy despierto, y que tengo una historia acojonante
que contar.