domingo, 18 de diciembre de 2011

Viento

La concepción clásica del mundo estipula que existen cuatro elementos: agua, fuego, tierra y viento. Después de reflexionarlo creo que he decidido que mi favorito es el viento. Parece una reflexión un tanto infantil pero nada más lejos de la realidad. Antes solía pensar que era el fuego el que provocaba en mí una mayor admiración. Es curioso, pero las cosas más destructivas son las que más suelen llamar nuestra atención supongo que es porque nos impactan más. En realidad, los cuatro elementos tienen una faceta destructiva, pero quizás la del fuego sea la más “vistosa”. El viento también puede ser destructivo a su manera, provoca tornados, ciclones y huracanes que arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Estos fenómenos son provocados porque el viento alcanza una velocidad extrema. Creo que el sueño de todo corredor es alcanzar la velocidad del viento. Es decir, alcanzar lo inalcanzable, superar lo insuperable y batir lo imbatible. Cuando uno corre, en parte, huye de los problemas, los deja atrás, parece decirles: "sí, sé que estáis ahí, pero por este momento, no vais a alcanzarme", te dejas llevar, y sientes que vuelas. En serio, cuando estoy deprimido o muy agobiado por lo que sea, salgo a correr, y por un momento me olvido de todo, salvo de mi respiración entrecortada, de la música que llega a mis oídos desde los auriculares, de la sincronización de mis piernas, y del viento que golpea mi cara desordenándome en sobremanera todo el pelo, pero me encanta. Y realmente es la única forma de dejar a un lado esas malas sensaciones, me siento libre por un rato que dura aproximadamente una hora, supongo que es el tiempo que tardan los problemas en volver a alcanzarme y ceñirse a mi pecho con ahínco, volviendo a generar angustia, aprensión y desasosiego en mi persona. Pero por ese lapso de una hora, las endorfinas recorren todo mi cuerpo y hacen que me sienta pleno y feliz. Carreras como la de hoy me hacen pensar que el viento me odia, que sopla en mi contra para obligarme a rendirme, a dejarlo, a no seguir adelante, a pensar que debo dejar de correr. Pero he de recordar que mi objetivo es el de superar al viento. Así que agarraré mis Nike, saldré a la calle, y desafiaré al viento una vez más, y al final conseguiré que se convierta en mi aliado y me ayude a alcanzar metas con las que jamás llegué a soñar. Adoro el viento. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sótano

Si aprieta el gatillo todo habrá acabado. Es el pensamiento que se repite una y otra vez mientras la oscuridad le rodea y le embarga. Su cara refleja a la perfección el sentimiento de apatía por la vida que se ha apoderado de su mente, su mirada fijada en el vacío parece no tener absolutamente nada detrás, alguien que lo hubiese visto desde fuera habría afirmado que se trataba de un cadáver. Salvo por un pequeño detalle: la Colt 45 que sostiene con firmeza contra su sien. Es un buen arma, y sin duda, está capacitada para cumplir su propósito. Con sumo cuidado, desactiva el seguro, que cede con un leve chasquido. No es una acción espontánea, fruto de la irreflexividad, la acción que está a punto de cometer ha sido sometida a una larga y dolorosa premeditación. Se permite torcer las facciones en un gesto de amargura irónica al caer en la cuenta de que está tardando mucho en pasar por delante de sus ojos la película de su vida en formato súper 8, como todo el mundo dice. "En realidad sería una película muy aburrida", se dice para sus adentros. Mira a su alrededor. El sótano de su casa es un completo desastre, pero consigue distinguir varios objetos que le evocan vagos recuerdos. Todo eso quedó atrás. Lo ha perdido todo. Mira hacia el techo. De él pende una pequeña lamparilla vieja que parece a punto de ceder y caer al suelo, haciéndose pedazos. Es la única luz que ilumina la estancia. Dispara contra ella. No hacía ningún bien al conjunto de la belleza entrópica de su precioso sótano. Libera una sonora carcajada, pero de felicidad tiene más bien poco, con ella hubiera sido capaz de erizar el vello del psicópata más despiadado. Es el reflejo de la locura que poco a poco ocupa la totalidad de su mente. Esa misma locura es la que le hace levantar de nuevo el brazo y volver a posicionar el arma sobre su sien. Se vuelve a escuchar el "click" del seguro por segunda vez. "No estoy loco" se dice. "Es la única salida. No me queda otra". Un estruendo ensordecedor invade la estancia en penumbra. Después silencio. Y paz.

martes, 6 de diciembre de 2011

Vacías reflexiones

Lúgubres pensamientos acerca de una insípida existencia que se marchita. Asomado a la ventana reflexiona acerca de su insignificante vida mientras fuma un cigarrillo y mira al infinito. Hace un mes le detectaron cáncer de pulmón, pero él no piensa renunciar a una de las pocas cosas que le producen placer en la vida. Abajo, en la calle, el ruido de los cláxones es ensordecedor. Parece que se ha formado un buen atasco. Un conductor se dirige al que tiene delante con gesto amenazante y el otro le dirige una serie de improperios. No llegan a bajarse de sus respectivos coches porque el tráfico avanza ligeramente y lo dejan pasar. Él mira la escena impasible, aunque un tanto molesto, no le gusta sufrir ningún tipo de interrupción mientras se asoma a la ventana a fumar. Tiene una de las mejores vistas de la ciudad desde su casa, y esos momentos del día son lo único que merece la pena ya. El médico le ha dicho que hay una mínima esperanza si se somete a tratamiento, que podría llegar a superar el cáncer. Pero él ya no quiere seguir luchando por vivir, hace ya mucho tiempo que no tiene nada por lo que merezca la pena hacerlo, y aún más tiempo que no se siente feliz. Cuando supo lo de su enfermedad, lo consideró como una señal, había llegado la hora de que dejase de vivir esa existencia vacía, así que, ¿quién era él para oponerse al destino? Esboza una sonrisa irónica cuando recuerda ese pensamiento. Él siempre había espetado a sus amigos que no creía en esas mamarrachadas del destino, cada vez que uno de estos le echaba la culpa de sus males a su mala fortuna. Pero sus amigos le dejaron de lado hace ya tiempo, no le comprendían, y no hicieron nada por remediar esa situación. Decían que desde el accidente estaba cambiado, que no era el mismo. Así que, uno por uno, le fueron abandonando, ante su total indiferencia. No los necesita, no le aportaban absolutamente nada. Se siente mejor solo, solo y completamente vacío, y ese mismo vacío es el que llena sus reflexiones.