jueves, 28 de noviembre de 2013

Mi muerte

Vivimos en una sociedad algo futurista, tan solo unos años más adelante, o quizás en un universo paralelo. La gente tiene robots personales, pero no todo el mundo, es algo relativamente lujoso. Yo viajo en autobús y hay un tipo con dos robots, por lo que lógicamente llama la atención. De repente se forma algo de revuelo. El tipo se ha bajado del autobús pero al bajar, ha pasado algo con sus robots, parece que han caído. La gente especula con que se puedan haber estropeado, que haya habido un desnivel en la bajada del autobús, hayan caído mal y se han volcado… Sin embargo, hay quien afirma que ha visto a unos hombres huir corriendo del lugar de los hechos. Yo colaboro con la policía en la investigación de escenas del crimen y cosas similares. No soy detective, pero dispongo de una licencia especial para investigar por mi gran capacidad deductiva que ha resuelto ya más de un caso. Así que, al ver el revuelo, me bajo para ver qué ha sucedido. Con lo que me encuentro es con el dueño de los robots, con las manos a la cabeza. A su lado, se encuentran dichos robots, en el suelo. Cada uno tiene un cuchillo de un tamaño realmente considerable incrustado en la cabeza. Por supuesto, han perdido toda funcionalidad. Me asusto ante la fuerza bruta necesaria para hundir de esa manera un cuchillo en un robot de acero. 

Espero tranquilamente a que llegue mi patrulla de policía, con la que colaboro. Voy haciendo mis cábalas, pero al rato prefiero dejar la mente en blanco y observar la escena impasible mientras disfruto de un café. Por fin llega el jefe de detectives en su coche patrulla. Me levanto y le acompaño a hablar con el afectado dueño de los robots. No había podido hablar yo con él. Aunque tengo licencia para investigar y para asistir a los interrogatorios y las declaraciones de testigos, no tengo potestad para ejecutar ninguna de las dos cosas yo solo, por lo que aún no he podido hablar con la víctima del acto vandálico. Sin embargo, ya tengo mis propias deducciones, que pronto puedo comprobar que coinciden con las del jefe. Cuando llega, me dice a mí, al tipo y a su compañera que nos vayamos a los muelles, para estar algo alejados del barullo que se había formado. Una vez llegamos ahí, empieza a tomarle declaración al hombre, que al principio habla muy deprisa y erráticamente. Le insta a que se calme y le pregunta por los detalles circunstanciales de los hechos, mientras la compañera y yo hacemos preguntas puntuales, aunque todos sabemos más o menos por dónde van los tiros. Después de escucharle, el jefe me pregunta mi opinión, aunque ya la conoce. Parece bastante claro que se trata de una amenaza explícita de muerte. El hombre se altera mucho y se echa a llorar, pero entre la compañera y yo conseguimos calmarle un poco. Una vez se ha serenado, empiezan las nuevas preguntas de rigor. Si tenía enemigos y si había pasado algo recientemente por lo que quisieran matarle a él, a algún familiar… Él nos contesta que había intervenido en un robo de un banco. Se sentía mal porque no había intervenido… contribuyendo como buen ciudadano. Él estaba en el banco cuando se produjo el robo y, aprovechando la confusión, consiguió hacerse con parte del botín. Por la forma en la que cuenta la historia, puedo deducir que está mintiendo. Miro de soslayo al jefe y confirmo mis sospechas, porque su mirada refleja que piensa lo mismo. Después de tantos casos, hemos aprendido a entendernos bastante bien con el lenguaje corporal, lo cual es útil dadas estas situaciones. Sin embargo, decidimos que continúe con la historia para ver si nos puede dar algún dato relevante. Cuando acaba, lo que puedo deducir es que él formaba parte de la banda de atracadores. Sin embargo, tenía todo planeado. Él iba a ser su contacto dentro del banco, por lo que ya estaba allí cuando entraron los demás armados. Su plan era sencillo, y fue precisamente lo que hizo: esperó a que sus compañeros hicieran el trabajo sucio, y cuando ya estaban saliendo de allí, y con cuidado de que nadie le relacionase con ellos, logró hacerse con parte del dinero “recaudado”. Por supuesto, previamente había avisado a la policía, que ya estaba esperando para recibirles con los brazos abiertos. Los atracadores no esperaban una acción policial tan rápida, puesto que lo tenían todo bien calculado, pero no contaban con el detalle de que hubiese un traidor entre ellos. Él fue a refugiarse entre las fuerzas del orden cual asustado cliente de la banca, mientras estas intervenían, arrestando a los tres ejecutores visibles del crimen. Todo su plan estaba saliendo a la perfección, los sujetos ya estaban detenidos y pronto él podría irse con su dinero a comprar un par de robots de los que todo el mundo hablaba. Sin embargo, llegaron refuerzos de los malhechores, liderados por una ágil y aguerrida muchacha, que de forma rápida y brillante consiguieron liberar a los presos y huir con ellos, dejando a la policía totalmente fuera de juego. Nuestro amigo se quedó totalmente en fuera de juego y huyó rápidamente también. Rápidamente, lo dispuso todo para salir del Estado en el que se encontraba, y una vez estuvo a salvo, se instaló en su nuevo hogar y compró los dos robots que tanto deseaba. Por lo tanto, ya hace un par de meses al menos que sucedió el incidente del banco. Cuando le contamos nuestra versión de los hechos, el amigo se queda pálido y no le queda más remedio que reconocer la veracidad de los mismos. El jefe le dice que sintiéndolo mucho, queda detenido por el robo del banco, y que pasará a disposición judicial del Estado correspondiente, que será quien dicte su condena. Sin embargo, y dado que la banda de atracadores quiere acabar con su vida en venganza por la traición cometida, hemos de proporcionarle escolta hasta la comisaría. Antes de nada, nos interesamos por la información que puede conocer esa gente sobre él, con quién pueden haber hablado para tener detalles sobre su rutina y poder ejecutarle en el momento preciso. Él dice que nadie podría relacionarle con ellos, que ha contado la historia a varias personas pero dando detalles muy sesgados y aportando su propia visión. Sin embargo, en cierto momento, cuando nos está relatando la versión que ha estado contando, llega al punto del rescate y dice el nombre del a chica. Enseguida se queda paralizado por el horror ya que todos nos hemos dado cuenta. Ha estado largándole el nombre de dicha fémina a todo el que le ha contado lo sucedido, y por lo tanto, cualquiera que pregunte por él, va a poder vincularle claramente con el suceso. Solo habrán bastado unas monedas y los atracadores sabrán sus rutinas exactas y es posible que hasta su posición actual. El tipo empieza a ponerse muy nervioso y el jefe insiste en entrar a un bar mientras pensamos qué hacer, para no estar en mitad de la calle, donde somos mucho más vulnerables. El jefe y yo nos quedaremos con el recluso mientras la chica va a la comisaría a dar informe de todo lo sucedido.


-Aparece una niña sobre una superficie circular que flota sobre agua. Parece una especie de refugio subterráneo. La única compañía de la niña en la plataforma es una rata. Ha aprendido a apreciarla puesto que es mejor la compañía de una rata que la absoluta soledad, que sin duda le desquiciaría. Parece estar dentro de algún tipo de refugio, en el interior de alguna cueva metida en el mar. Recuerda que unos hombres la raptaron y la llevaron allí, pero no sabe dónde está, ni recuerda nada del viaje hacia su actual destino. Solo tiene mucho miedo, aunque este sentimiento está dando paso a la incertidumbre. De repente siente paz interior. Queda en silencio y solo escucha el sonido de las olas impactando contra las paredes de la cueva y los gruñidos de la rata. Al menos parece un refugio bastante elaborado, ya que dispone de hasta instalación eléctrica. La plataforma en la que se encuentra está anclada a una plataforma más grande, a mayor altura, y con base en el suelo, la propia base del refugio. Se le pasa por la cabeza la posibilidad de subir hasta ahí y al menos sentirse más estable y segura. Sin embargo, está muy lejos, y ella está algo cansada. En un momento dado, sobreviene una violenta sacudida de las olas, o quizás sea una corriente interna que se ha formado. En cualquier caso, la plataforma sobre la que se halla se agita, y aunque intenta mantenerse encima aferrándose a ella, acaba cayendo al frío agua. La rata también cae, pero se las apaña para nadar, y de algún modo consigue llegar a la plataforma principal. El miedo se vuelve a apoderar de ella. No sabe nadar. Lucha por volver a subirse en la plataforma, con la desesperanza invadiendo todo su cuerpo. Apenas le quedan fuerzas ya, traga agua, salada. Cuando empieza a aceptar su muerte, una mano sale de entre las sombras y la saca del agua…-


Entramos en el bar, donde ya somos viejos conocidos. Demasiadas tardes después de un trabajo bien hecho, hemos venido los compañeros  a relajar las tensiones entre cervezas. Así que se podría decir que he acabado cogiendo cariño a todo el equipo y que incluso el jefe y yo nos hemos hecho buenos amigos. Pienso en esto mientras el camarero, un tipo simpático y bonachón que bromea con nosotros, nos pone unas cervezas. En situaciones normales, y estando de servicio, estaría prohibidísimo que nos pusiésemos a beber. Pero aquel era un caso especial, necesitábamos pensar algo rápido pero con la cabeza fría, y nada mejor que una cerveza bien fresquita para ayudarnos a llevar a cabo dicha tarea. El recluso hace tiempo que no habla. Tiene la tez totalmente blanca y la mirada perdida. Está totalmente ausente. Parece como si ya se diese por muerto. En un momento dado, entran tres tipos con un aspecto un tanto intimidatorio. El jefe está absorto hablando con el camarero, y el prisionero ni siquiera parece estar en este mundo. Así que solo yo parezco reparar en la entrada de estos individuos. Por desgracia, actúan con mucha velocidad y no me da tiempo a hacer absolutamente nada antes de que uno de ellos saque una pistola y le vuele los sesos al prisionero. Entonces reacciona el jefe y trata de sacar su arma reglamentaria, pero ya tiene dos pistolas apuntándole a la cabeza. Así que no le queda más remedio que obedecer y dejar su pipa en el suelo. A continuación, los tres atracadores empiezan a pedir todo su dinero a los presentes. Sin pensarlo un momento, el jefe y yo les damos todo lo que llevamos encima (en mi caso, poco más que calderilla). Una vez han terminado la recaudación, nos ordenan a todos los presentes en el lugar, ponernos en fila pegados a la pared. Tienen el control de la situación. No sé a qué juegan, pero obedecemos sin hacer preguntas. Al dirigirme hacia la pared, observo el inerte cadáver que minutos antes era una persona y de repente me entran náuseas. No sabría explicar por qué, ni que fuese el primer cadáver que veo. Supongo que por lo peliagudo de la situación. Una vez nos tienen a todos alineados, uno de ellos nos va apuntando a todos con su pistola. Va recorriendo con su brazo el espacio que va de un lado a otro de la pared, enfocando el cañón de su arma a nuestras cabezas. Después de hacer el recorrido varias veces, se para y dice algo en mi lengua materna, por lo que los demás no lo entienden y el primero en desencajar el rostro soy yo: “Que empiece el juego”. Y sin más dilación, le mete al tipo de mi lado una bala entre ceja y ceja. Empieza a cundir el pánico, pero ahora grita de forma que todos los presentes entiendan, “QUIETO TODO EL MUNDO. AL PRIMERO QUE SE MUEVA LA REVIENTO LA PUTA CABEZA”. Sin embargo, su juego continúa, y acto seguido, dispara a otra persona. Comienza entonces el caos. La gente intenta salir corriendo, huyen por sus vidas, pero todos los que van hacia la puerta reciben un tiro en la nuca. Yo me quedo quieto, sin saber muy bien qué hacer. Me tiro al suelo, de rodillas, con las manos en la cabeza, y empiezo a sollozar. Y entonces, de repente sucede. En apenas una fracción de segundo siento demasiadas cosas. Un miedo atroz se apodera de mí mientras noto como una bala me abrasa el cerebro. Mi cuerpo queda inerte, y antes de dejar de sentir, noto el bombeo de sangre hacia mis extremidades, y cómo se va extinguiendo. Y caigo… caigo… caigo.


Tengo miedo de tratar de abrir los ojos, porque quizás esté muerto de verdad y no pueda hacerlo. No conozco lo que se siente al estar muerto, ni si hay algo detrás, por lo que el pánico que me invade es mayúsculo. Al final, reúno todo el valor que puedo y consigo abrir los ojos. Sin embargo, en realidad tengo la sensación de que me he despertado de un sueño para acabar en otro. Me siento en una especie de limbo y empiezo a reflexionar sobre el sueño que acabo de tener. Se me pone la piel de gallina y se me saltan unas cuantas lágrimas. Ahora al escribir estas líneas, vuelve a suceder. Lo he llegado a pasar realmente mal, pero ha sido una historia acojonante que creo que merece la pena escribir. Mientras me encuentro en este limbo temporal en el que no sé ni en qué hora vivo, suena el odioso despertador a un volumen desmesurado. No sé cuánto tiempo ha pasado desde el sueño, pero creo que incluso me había dado tiempo a iniciar otro, aunque no lo recuerdo. Lo único que sé es que ahora sí que estoy despierto, y que tengo una historia acojonante que contar.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Felicidad

Tic. Tac. Tic. Tac. El tiempo marcado por el monótono reloj oxidado se acompasa con los rítmicos latidos cardíacos, que podrían parar en cualquier momento. Me hace gracia lo caprichosa que es la vida. Nos esforzamos en generar unos sueños, ilusiones y esperanzas que no tenemos ni puta idea de si podremos llegar a cumplir algún día. Metas que lograr, personas con las que relacionarse, buscar LA FELICIDAD. ¿Para qué? ¿Qué más da si al final todo cae en saco roto? ¿Por qué mierda ponemos tanto empeño en conseguir todo eso si al final lo único común a todos nosotros es que moriremos? No tiene sentido.

“No, es que no hay que pensar en eso”, me dicen. ¿Y eso por qué? Todo el mundo se pasa la vida dando clases de moralidad, porque claro, al ser humano le encanta opinar de cualquier cosa, aunque no tenga ni idea de qué está hablando. La ignorancia es insultantemente atrevida. Y luego resulta que no puedo plantearme esa cuestión, ¿qué pasa, es tabú? ¿En serio os hace felices engañaros? Hacer como que sois felices. O que tratar de ser felices va a servir para algo. Venga ya, es patético.

“La vida merece la pena”. Permíteme discrepar. En 21 años de existencia (habrá quien diga que eso es un suspiro, pero la verdad es que me da igual), que a mí se me han hecho eternos, por cierto, aún nada me ha dado ni un puto motivo por el que merezca la pena esta mierda a la que llaman vivir. Creo que nunca he conseguido alcanzar eso otro a lo que llaman felicidad, y la vez que estuve más cerca de lograrla, me llevé el mayor batacazo hasta la fecha. ¿Que merece la pena? Pues lo siento, pero yo a eso no le veo coherencia por ninguna parte. Quizás el problema sea mío. Quizás por algún motivo yo esté marcado y condenado para siempre a vivir en la oscuridad de un pozo sin fondo sin más visión que el reflejo del espejismo de felicidad de mis prójimos.

Hacía mucho que no me sumía tanto en las sombras. Hacía mucho que no tenía presente cuál es mi verdadera condición y hubo momentos en los que estuve a punto de introducirme en vuestro atractivo sueño idílico. Pero supongo que se acabó. Supongo que por eso vuelvo a escribir. Supongo que vuelvo a realizar visitas introspectivas a mi perturbada mente y solo encuentro vacío y desolación. Pero prefiero ser un infeliz con los ojos bien despejados que alguien que cree ser feliz porque tiene delante una pantalla imaginaria con dibujos de formas bonitas que le impiden ver cómo son las cosas en realidad. Hoy simplemente he recordado.


Ahí os quedáis, con vuestros sueños, ilusiones y esperanzas. Me alegro de que a vosotros os sirvan de algo. Porque a mí no. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Sueños...

La vida es un sueño, es un libro sin páginas, donde cada uno es libre de imaginar.

Yo iba a un lugar de playa y sabía que tú estabas allí. No recuerdo dónde era, es un puñetero sueño, y además, borroso. El hotel era un sitio tremendamente bizarro, con una especie de balcones que dan a un patio interior, pero no en las habitaciones, sino que cada piso estaba completamente abierto, y se accedía a esos pisos a través de algo así como un montacargas sobre el que te subías. Te veía de vez en cuando, de lejos, e intentaba que tú no me vieses, quería ahorrarte ese sufrimiento. En un momento y por algún motivo que no recuerdo, usaba el montacargas con mi hermano para acceder a uno de los pisos, pero el montacargas iba directamente al piso de arriba. Así que iniciábamos una competición para ver quién conseguía colarse antes en el sitio al que queríamos acceder. Mi hermano bajaba del todo e intentaba escalar, mientras que yo trataba de descolgarme desde el piso de arriba. De tocayos iba la cosa, porque en algún momento del sueño, creo que más o menos por aquí, aparecía también tu tocaya vasca, una chica a la que conocí hace poco, aunque no recuerdo qué papel jugaba. Me parece que gané a mi hermano en la competición, pero no es relevante. De repente estaba en el piso de abajo y resultaba que el sitio estaba en una zona radiactiva o algo así, y pedían a todo el mundo que entrase dentro del hotel mientras que comprobaban que la contaminación del ambiente no era peligrosa. Tú estabas en la playa y volvías de ella. Yo te veía venir, y me apartaba un poco para que no me vieses, aunque era consciente de que me verías, puesto que la recepción del hotel era pequeña y además reconocerías mi cresta en cualquier parte. Lo que no esperaba era que llegases sigilosamente y me saludases por la espalda. Yo me sobresaltaba, y quedaba un poco en shock ante la perspectiva de que tenerte en frente, cara a cara, al fin era real. Te espachurraba en un efusivo abrazo, de estos que dejan sin respiración y casi me echo a llorar. Tú en cambio no lo sentiste tanto, y te apartaste mucho más rápido de lo que a mí me hubiese gustado. Y desde luego no lloraste de felicidad como una putísima cría repelente delante de su nuevo y resplandeciente pony. Eso me decepcionó un poco, pero al menos te tenía delante, de nuevo, y sentía una felicidad desbordante. Luego viene la parte más bizarra, y es que de repente aparecía un bebé de la nada, no sé de quién era, y el caso es que había que cambiarle, y tú llevabas algo escondido debajo de la camiseta, no recuerdo muy bien qué, y en un momento estábamos cambiando al bebé. Y de repente aparecía un pepinillo bastante grande en un plato de los de aperitivo de bar y metíamos ahí el excremento del bebé y lo dejábamos, y nos íbamos, porque somos súper chungos. Después me desperté y me tuve que enfrentar al hecho de que no había sido real, y el mazazo fue importante. En fin, no sé cómo interpretar toda esta mierda, espero que sea una premonición de que voy a verte pronto. O quizás no tenga nada que ver. Como dijo Calderón de la Barca, “Los sueños, sueños son”.


lunes, 24 de junio de 2013

El tren

                Hay un tren, pasa una vez, ¿qué creen?

La estación está repleta de gente. Me cuesta abrirme paso entre la multitud, lo que me obliga a moverme con cierta brusquedad, levantando en algunas personas exclamaciones recriminatorias. No puedo parar a disculparme, tengo que llegar como sea. La monótona voz de megafonía anuncia que la cuenta atrás para la salida del tren está llegando a su fin. Me empiezo a poner nervioso, y los movimientos bruscos dan paso a verdaderos empujones mientras una gota de sudor resbala por mi frente y mi corazón empieza a latir a una velocidad desmesurada. No voy a llegar, es lo que no para de repetir mi mente una y otra vez. Siempre fui muy derrotista, pero también es verdad que siempre con la convicción de tener motivos fundados para serlo. Esta vez el motivo es evidente. La fórmula matemática que relaciona la distancia a mi destino, el tiempo de salida del tren y la densidad poblacional en esta abarrotada estación se resuelve con un resultado negativo. Mi elevada estatura me permite divisar a lo lejos cómo los últimos pasajeros embarcan en los distintos vagones. Maldita sea, mi destino es el último vagón, y ni siquiera he conseguido acceder aún al andén. Un guardia de seguridad me llama la atención. Miro con el rabillo del ojo y descubro a varias personas denunciando mi comportamiento al señor agente. Escoria egoísta. Hace años que perdí la fe en el ser humano por cosas como ésta. ¿Por qué la gente es tan putamente poco empática? Ignoro los alaridos del hombre, seguramente me meta en problemas por ello, pero en esta vida hay prioridades. Por fin, llego a una zona en la que la concentración de personas disminuye, y me puedo permitir el lujo de echar a correr. Aún tengo que realizar una carrera de obstáculos, por supuesto, y algún viandante se lleva un recuerdo de mi hombro. Bajo unas escaleras que se me antojan infinitas y enfilo el dichoso andén, justo cuando la última persona (cuyo aspecto por cierto, por algún motivo me da muy mala espina) se introduce en el viejo tren. Con mi mente funcionando a toda prisa, reparo en lo fantasmagórico que resulta el vehículo en cuestión. Debe de tener por lo menos 50 años. Mientras ando sumido en ese pensamiento, algo hace que ralentice mi carrera hasta casi frenarme. El cuarto vagón está absolutamente destrozado. Apenas se puede distinguir un esqueleto metálico de lo que algún día fue un compartimento, y que da la impresión de haber sido devorado por las llamas. Me quedo atónito. Por alguna razón, de repente me acuerdo del guardia que me perseguía, ya que llevaba un rato parado y me podría haber dado alcance. Ya no está. No hay nadie en el andén. Solo estamos el decrépito tren y yo, mientras un incipiente escalofrío comienza a recorrer mi espina dorsal. Lentamente, me vuelvo a girar hacia el desastrado vagón porque algo me alerta. Lo que veo ahora en su interior me deja de piedra. Cadáveres. Cuerpos humanos carbonizados hasta la imposibilidad de reconocer cualquier atisbo de un rasgo facial. Me encuentro absolutamente paralizado. ¿Qué cojones está sucediendo aquí? Algo me dice que aunque me dirija a la salida no podré salir de aquí. Intento recordar qué hago en este desangelado andén, cómo he venido a parar aquí. Solo recuerdo que tenía mucha prisa por llegar porque tenía que ir… al último vagón. Despacio, avanzo hacia el final de la vía. A cada paso que doy, me siento más cerca de la muerte. Desconozco lo que está pasando en este sitio pero no parece tener ninguna lógica. Me muevo por instinto, ya que mi raciocinio ha quedado en estado de shock. Conforme me acerco a mi destino, mi estado de alarma aumenta exponencialmente. Me siento como en esas películas de terror en las que sabes que el personaje va a morir porque la escena va acompañada de una música inquietante que marca el ritmo de los acontecimientos y anuncia el fatídico final de forma estridente. Pero aun así, no soy capaz de alejarme, me hallo en una especie de estado de hipnosis. Un paso, otro paso, apenas quedan unos metros para llegar y vislumbro una luz de un tono  verdoso que proviene de una de las ventanas de ese último compartimento. Me posiciono frente a la puerta, y esta se agita violentamente. Acciono el mecanismo de apertura como aquel que es consciente de que está a punto de abrir entrada al averno. Ojalá lo que encontré tras aquella oxidada puerta hubiese sido el bueno de Cerbero.


sábado, 18 de mayo de 2013

Echo de menos


En esta noche echo de menos.
No sé qué, pero echo de menos.
Tal vez el frío del invierno,
tal vez sonreír como un memo.

Quizás el maldito perfume
que emana la mayor pureza.
Su ausencia mata la belleza
y hace que los sueños se esfumen.

Me consumo, muy suavente,
y en el ocaso de mis días,
mis sábanas se sienten frías
y añoro un corazón caliente.

Un buen café en la madrugada,
mantiene mis ojos abiertos.
Deja que me sume al concierto
de las ánimas desveladas.

Jodida muerte traicionera,
maldita parca caprichosa,
llévame contigo alevosa,
volando con alas de cera.

En esta noche… en la que echo de menos.

martes, 23 de abril de 2013

Inspiración

Hace un tiempo escribí una entrada llamada “Dedicación”, con una canción del señor Sharif Fernández. Es hasta la fecha, para mí, una de mis mejores entradas, y tiene un significado muy especial. Hoy, día 23 de abril, Sharif ha sacado un disco nuevo. Una de las canciones se llama “Inspiración”. Cuando la he visto, no me lo podía creer. Me ha parecido una señal y me veo obligado a poner un poema que lleva ese título. Lo explico: es un poema que representa demasiadas cosas para mí, y ahora tiene aún más significado. Creo que es aquí donde debe estar. Además, me dijeron que podía hacer lo que quisiera con él. Así que allá va:


Me pesa la carga que ahora es sin ti mi vida.
Estos pasos demorados. Esta esperanza invadida.
El veintisiete lejano. La soledad. Su herida.
Y el verano sin olor.

Me pesa..

La ausencia del deslizar
en mi oreja de tus dedos.
El silencio más roto
Y el ayuno de besos.

Que nunca han sabido mejor
unos labios siquiera catados.
Ni tu preciosa risa
ni tu jodido “te quiero”.
Eternamente grabados.

Y me pesan..

Las madrugadas de buceo
en el anhelo
del calor que me darías,
y de tu aliento.

Y tu maldita sincera sonrisa
Lejos de mí. Y tu pelo,
Arrancado sin piedad de mis manos.
Y tu piel, y tu cuello,
apenas bebidos, surcados.

Y es que.. Me pesa tu vida.
Ajena a la mía.
Ajena a mi cuerpo.
Ajena a mis días.
Y ajena a mis versos.

Sí. Me pesa.

A. P. S.


sábado, 20 de abril de 2013

Nota de suicidio


Giro la llave en la cerradura y entro en mi acogedora morada. En ese momento, la atmósfera parece cambiar. Me aflojo el nudo de la corbata y por primera vez en el día puedo respirar. Son las diez de la noche. Los trajes de Versace o de Giorgio Armani son elegantes, pero también son grilletes corporales. Respiro de forma pausada repetidas veces y por fin soy capaz de relajarme un poco. Mientras me despojo de mi prisión de 1500 euros, siento como una sensación de tranquilidad invade mi cuerpo. Ser un hombre de éxito no es tan gratificante como parece.

Observo el reflejo de mi cuerpo desnudo en el espejo y contemplo cómo el vigoroso torso de un hombre de mediana edad no se corresponde con la cara surcada de arrugas que sirve de marco a unos ojos descoloridos, carentes de luz vital. Suspiro mientras me dispongo a tomar una última ducha. Me la daré fría. Quiero hacer trabajar a mi metabolismo, sentirme vivo, que se erice el vello de toda mi piel.

Siento cómo se me hielan las sienes y el bombear de la sangre por mis arterias meníngeas medias. Experimento durante unos minutos que saboreo como si fuesen una eternidad, la sensación de sumergirme en las frías aguas de algún mar norteño. Me mantengo bajo el agua hasta que creo rozar la hipotermia. Tiritando, alcanzo mi albornoz, de Dolce & Gabanna, por supuesto, y seco mi cuerpo, que ya había empezado a adquirir un matiz amoratado. Pienso en qué haré a continuación. Recuerdo que hoy por la calle pedí un cigarrillo. Nunca he fumado nada en mi vida, así que decidí que hoy quería probarlo, esta noche debía ser especial. Pensé también en contratar los servicios de una prostituta, pero finalmente decidí que quería pasar mis últimas horas en absoluta soledad. Quería disfrutar de un momento íntimo a solas conmigo mismo. Enciendo el cigarrillo y le doy una lenta y larga calada. Toso. Sonrío ante lo absurdo que me parece. ¿Por qué hay tantísima gente enganchada a esta mierda? Decido terminarlo de todos modos.

Me asomo a la ventana del salón de mi elevado piso, donde solo comparto mi soledad con las palomas. Vivo en la última planta del edificio más alto de la ciudad. Por algún motivo que no alcanzo a comprender, a pesar de que siempre he tenido un vértigo atroz, disfruto mucho observando el mundo desde aquí arriba. Supongo que el hecho de tener un suelo firme bajo mis pies, me hace pasar por alto el miedo a las alturas. Además, soy privilegiado por poder disfrutar del aire gélido, que se cuela hasta mis entrañas. Lo considero uno de los mayores placeres de esta vida. Así que respiro profundamente, tantas veces que pierdo la cuenta. De cuando en cuando, doy una patética y lamentable calada. En cualquiera de estos ataques de tos podría terminar feneciendo prematuramente.

Termino el cigarro y paseo por la cálida estancia. No desearía estar en el pellejo de la asistenta cuando llegue mañana y se encuentre el panorama. Quizás pueda parecer egoísta, pero con lo que le pago, que se joda. Quizás sea también triste, acabar mis días desangrado en el salón de mi lujosa casa, solo, sin nadie que me quiera, hasta el punto de que sea la señora de la limpieza la que primero reciba la noticia de mi muerte (y de qué manera). Y es que parece que hay personas que no se dan cuenta de que el dinero no da la felicidad, y no se trata solo de una frase hecha, es una verdad como un puño. En una existencia vacía como la mía, el dinero no hace más que caer en un saco inmenso de soledad. Paradójicamente, tratándose de la riqueza material, en la materialización de la felicidad no representa más que volutas que se desvanecen en el aire. He consumido mi tiempo vital trazando mi camino en un sentido completamente erróneo. Y ahora ya es tarde para mí. Me encuentro en un callejón en el que la única salida es saltar al vacío. Metafóricamente, claro. Como he explicado, sería incapaz de hacerlo de forma literal. Mientras termino de cavilar, abro un cajón y extraigo un cuchillo que compró mi asistenta en una convención de cocina. Tiene un filo que probablemente podría partir un átomo en dos. Me pregunto por qué estoy compartiendo estas reflexiones y con quién. Genial, a mis 37 años tengo demencia senil. Deposito el cuchillo encima de una ostentosa mesa de mármol que adquirí en mi viaje a Estambul, y decido servirme una copa de buen whisky escocés.

Tomo un vaso del armario y me maravillo ante su preciosidad. Nunca había reparado en ella. Forma parte de una selecta colección de seis vasos hechos de finos cristales de Swarovski, que me regalaron cuando recibí mi primer ascenso en el trabajo. Eran buenos tiempos, una época en la que creía ser feliz. Pero esa realidad era tan frágil como el cristal que sostengo entre mis dedos. Estrello con fuerza el vaso contra la pared. Ya solo quedan cinco. Por alguna razón, he sentido la necesidad de hacerlo. Tomo un nuevo vaso y deposito en el tres hielos, ni más ni menos, tras lo cual vierto una generosa cantidad de Chivas Regal de 18 años, para muchos, yo entre ellos, el mejor whisky del mundo. Me pregunto quién se quedará con mi preciada bodega al igual que con todas mis valiosas pertenencias, ya que nunca he redactado un testamento y no tengo ninguna relación personal estrecha. Pero esa duda solo dura un instante, porque lo cierto es que me importa bastante poco. Quiero disfrutar el momento.

Me siento en mi cómodo y aterciopelado sofá francés. Según me contaron cuando me hice con él, solo había otros dos como aquél en todo el mundo. Jamás me creí ese bulo, pero tampoco me importa demasiado si era cierto o no. Paladeo cada sorbo del delicioso néctar que hay en mi copa de brillantes colores y por un instante pienso, mientras sonrío socarronamente, que por semejante manjar merecería la pena seguir vivo. El último trago es especialmente fuerte, haciéndome sentir un ligero escalofrío, que se torna en sensación de satisfacción.

Terminada la copa, pienso que nada más me queda por hacer. Me encamino hacia la mesa para recuperar el cuchillo, pero me paro en seco. Creo que sería conveniente escribir una nota de suicidio, por decoro al menos. Además, queda mucho más memorable, como de película. Le da caché al asunto. Y como las cosas hay que hacerlas bien, la voy a escribir utilizando una deliciosa pluma estilográfica Montblanc que perteneció a mi bisabuelo y una tinta color carmesí, un obsequio que recibí en mi visita a la embajada China. Me parece un color muy propio para la ocasión. Redacto una nota breve pero intensa, con un cariz filosófico:

Con esta tinta del color del fluido vital, redacto en estas líneas una funesta despedida. Solo espero abandonar este mundo con etéreas alas resplandecientes a través del cortante filo que conduce a la salvación. Escapar del abismo en el que mi alma se encuentra atrapada, liberándola eternamente de sus restrictivas ataduras terrenales. Encontrar en otro lugar, a donde quiera que vaya, la felicidad de la que me privé en este al condenarme al ostracismo personal.
Fdo.: D. A. A

Cuando termino, siento una indescriptible paz interior. Estoy preparado. La meto en el sobre dorado que caracteriza a mi empresa y la deposito con suavidad en una mesita que hay en el recibidor. Que por lo menos le sirva de advertencia a la pobre muchacha de lo que se va a encontrar. Miro mi Rolex. Las 12:27. Es hora de empezar una nueva vida.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Reflexiones de clausura

La montaña rusa que es mi estado de ánimo me traiciona constantemente. Cuando me da la impresión que empiezo a sobreponerme, todo se derrumba y deseo imperiosamente que estuvieses a mi lado. Hoy hace un mes que te esfumaste de mi vida, y el camino hasta llegar aquí ha sido arduo, he tenido que reprimir mil y un impulsos de mandarlo todo a la mierda y volver a hablarte, te he necesitado con más ansiedad que a cualquier droga conocida por el hombre. Una pérdida tan importante ya es insoportable, así que cuando se le suma otra en un breve lapso de tiempo, no solo se deshace lo poco que habías conseguido avanzar, sino que las fuerzas para continuar quedan bajo cero, y la necesidad de necesitarte se refuerza y se hace más evidente. En cierto modo, me obligo a pensar que debo y que de hecho estoy siendo fuerte, ya que de momento he conseguido no desquiciarme, lo cual parecía tarea imposible. Esta entrada está siendo una auténtica mierda, pero lo cierto es que me da igual. No… no soy suficientemente fuerte… si lo fuese, conseguiría avanzar, y en lugar de hacerlo, no hago más que retroceder, buscando unas huellas que seguir para encontrar mi propio camino, pero esas huellas siempre son erráticas y se pierden en un horizonte infinito que no lleva a ninguna parte. Todo se viene abajo a mi alrededor mientras me lamento de esta eterna condena que parece destinarme a morir sin haber disfrutado del amor, tan solo habiéndolo sufrido.

Si estoy escribiendo toda esta sarta de negatividades es porque he tomado la decisión de dejar el blog. Ha sido una buena vía de escape durante más de un año, pero se acabó. Ha sido una etapa de mi vida, pero ya no tiene nada que ofrecerme ni que aportarme. No tengo ningún tipo de motivación. Antes era capaz de transformar sentimientos de tristeza, rabia o frustración, y me sentía liberado. Ahora me siento tan vacío que no soy capaz ni de hacer eso, por lo que lo mejor es acabar con él. Termino además el blog con 27 entradas, circunstancia que no es premeditada, sino meramente casual. Sin embargo, se trata de un número que en los últimos tiempos ha pasado a simbolizar algo para mí, y quizás para alguien más… o quizás no, la verdad es que ya me da igual. Pero en fin, no deja de ser muy irónico todo. A partir de ahora, por tanto, el 27 será para mí el número de los finales. Pensé en borrar todo rastro de la existencia de mis escritos, pero supongo que es un fragmento de mí, de mi esencia, y como tal, debe permanecer. Quizás no vuelva a escribir jamás en la vida. En realidad, a nadie le importa un carajo, y teniendo en cuenta la mierda que escribo (sobre todo últimamente), no es una gran pérdida, pero supongo que me debía, aunque fuese a mí mismo, una despedida.

Así que hasta siempre o hasta nunca (depende de cómo se quiera enfocar), este que se hace llamar pseudoescritor, se despide.

                I'm trying to let you know that I'm better off on my own.



viernes, 15 de febrero de 2013

Fénix

Pasar página. Esa expresión tan utilizada que poca gente es capaz de llevar a la práctica. La vida te enseña a base de varapalos, algunos muy duros, que ilusionarte solo sirve para acabar haciéndote daño y sufriendo. Por otro lado, vistos de forma positiva, estos varapalos sirven para hacerte crecer y madurar como persona. Te hacen fuerte. De todo hay que sacar lo bueno. Paso página y pongo fin a un capítulo de mi vida que en gran parte ha sido para olvidar. Demasiados años, perdido en este mundo. Esta última etapa ha sido especialmente bella y agónica al mismo tiempo. Siempre quedarán los buenos recuerdos que, aunque ahora recientes, punzantes y dolorosos, en un futuro serán algo digno de conservar en la memoria, y no podré evitar esbozar una sonrisa. Esa sonrisa que tanto te gustaba. Dicho esto, comienza la etapa de mi vida en la que, como te prometí a ti y sobre todo a mí mismo, toca ser feliz, aunque sea sin ti…

Habré de buscar un nuevo pilar en el que sostenerme para no caer, aunque sea imposible reemplazarte. Supongo que a pesar de todo, agradezco mucho que te hayas cruzado en mi camino. Me has guiado hacia este fin de etapa, hacia el inicio de una nueva forma de vivir, has sido un punto de inflexión en mi vida y jamás te olvidaré. Siempre te querré. Me has aportado mucho en muchos aspectos. Llenaste mi existencia con tu llegada y la vaciaste con tu marcha, y aún no sé cómo voy a llenar ese enorme vacío, ya que lo has significado todo para mí. Pero ahora cada cual seguirá su camino, por separado, y espero que el que tú has elegido te lleve a la felicidad. Adiós y…

                Que te vaya bien.


lunes, 11 de febrero de 2013

Aquel beso


Aquel beso en la ciudad
que pierde su nombre tras el alba,
que no existió,
aunque se hallaba latente en el aire,
me atormenta a cada segundo
y no quiero que esto acabe.

Esas caricias
interminables,
ese anhelo
indescriptible,
ese cruce de miradas cómplices,
mientras jugamos a querernos.

Todo caerá en un pozo de olvido.

El imperecedero susurro
de las almas que quedaron atrás
se agita juguetón,
 entre las ramas de los árboles.
Y la luna refleja una gama
de matices de tristeza.

La madrugada se acerca,
y tengo miedo
de sus terribles consecuencias.
Del suave tacto de un nuevo sol
sobre mi piel,
y sobre la tuya.
Pero lejos de mí.

Cause I'm lonely, and I'm tired. I'm missing you again, oh no... once again.

jueves, 7 de febrero de 2013

220 days loving Nightmares

You should have known the price of evil.

Este es un escrito al dolor. Ese dolor tan intenso que solo es concebible en las peores pesadillas. Dolor del alma que desgarra cada resquicio del cuerpo y late enfurecido.

No sé qué tendrán las noches del 6 al 7 en meses invernales, por algún motivo son siempre fatídicas. 220 días desde aquel primer encuentro con ese simpático ser felino, que invadiría mi mundo, en el que se quedaría para siempre. Cerca de dos terceras partes de un año cargado de demasiadas emociones. Tantos momentos inolvidables que quedan empañados por un triste y desgarrador final. Y es que es muy duro ver cómo una persona que te cambia la vida, alguien que sin planearlo pasa a significarlo absolutamente todo para ti, un buen día desaparece para siempre. No creo que sea algo a lo que un ser humano pueda terminarse acostumbrando. Fragmentar el alma de esa manera debería estar prohibido. Nunca jamás habrá manera de llenar ese vacío. Seré un cadáver andante, errante por el mundo de los vivos. Lo seré hasta que dejes de dolerme, y lo cierto es que no sé cuánto tiempo de ese "siempre" tardará en suceder eso. Me resulta imposible concebir que todo quede en un precioso pero perdido capítulo en mi vida. Algo de luz entre la oscuridad de los insondables registros de un deprimente pasado. Algo que recordaré como un maravilloso sueño del que, como en el caso de todos los sueños, era inevitable despertar en algún momento. Una despedida que sabe a muerte, un dolor indescriptible que nunca terminará de cicatrizar.

                Guárdame en tu corazón y que no se te olvide que he muerto al perderte, porque tú eras mi vida.

  
Los mayas anunciaron que el fin del mundo debía llegar cuando el pasado año estuviese a punto de expirar. Quizás el mundo como globo terráqueo sigue girando, y la vida de millones de personas se ha mantenido inmutable. Pero lo cierto es que fue entonces cuando mi mundo, el nuevo mundo que estaba forjando sobre un cimiento que creía sólido, comenzó a desmoronarse. Ruinas de lo que prometía ser un esperanzador futuro se alzan ante mí, mientras observo impotente la escena. Tenues lagunas redondeadas, disfrazadas de dolor, agonía, sufrimiento y frustración, resbalan danzarinas por las laderas de mis mejillas, creando un cristalino charco al derramarse grácilmente. Mis enrojecidos ojos, aun al borde de la sequía, no cesan de emanar tristeza en forma de cálidos aguaceros salados. Los dulces recuerdos se tornan en amargos puñales que atraviesan sin piedad mi maltrecho corazón.

Tengo la sensación de que el tiempo se detiene. Nada importa ya, todo lo demás se me antoja completamente superfluo y trivial. El sueño se ha tornado en pesadilla, y lo peor de todo, es que aunque sea doloroso en extremo, en esta fría despedida me aferro a esa pesadilla, la amo, ya que es lo único que me queda, y mi única fuente de vida. Esta puta pesadilla.



“Si las puertas de la percepción se
purificaran todo se le aparecería al hombre
como es, infinito”.
WILLIAM BLAKE
  
El residuo crítico y filosófico
de lo extraordinario
es lo único que me queda.

No es ningún secreto
que no sé cómo ser solo,
sólo sé cómo estarlo.


Se fueron tus rasgos,
se fue tu sonido,
se fueron las metáforas,
se fueron tus poemas,
se fue tu arte,
se fueron los sentimientos
y algún día se irán los recuerdos
y los olvidos.

El eterno círculo
que no es más que el poliedro infinito
vestido de curvas
vuelve a abrir su trayectoria
erróneamente
y a cerrarla
para dejarme ver un segundo
del único anhelo que he tenido.

La única vez que no he estado solo.

Me niego a que te vayas,
me niego a que te vayas
porque el amor,
el instinto que me hace ser hombre
me dice que sin buscarte
no existo más que en mi espejo
y soy solo.

Vete,
pero seguiré tus huellas
como siempre he hecho
quedándome crítica, filosófica, residualmente
contigo.
Alberto Becerro González

sábado, 2 de febrero de 2013

Angel

                When I close my eyes I hear your velvet wings and cry…

Una vez más, el viento sopla en contra. Silabeantes pero poderosos susurros golpean con insistencia el vidrioso cristal de mi ventana, lo cual provoca que me sobresalte y me vuelva hacia ella. Mientras observo, un gorrión se toma un pequeño descanso de su frenético vuelo en el alféizar. Su incesante y nervioso movimiento de cabeza obnubila por un instante mis pensamientos, que se ocupan en preguntarse qué estará pasando por la mente de esa pequeña criatura alada. Hay algo que me llama la atención en ese ser. No se trata de un ave convencional. Me está mirando fijamente, trata de decirme algo con los ojos. Son unos acais sobrehumanos. En un momento, se sume en un resplandeciente haz de luz cegadora. Retrocedo unos pasos, impresionado ante tal espectáculo, y no sin dificultad, consigo alzar la vista de nuevo, aunque con los ojos entrecerrados. Todo ha cambiado. El pequeño gorrión se ha tornado en una forma antropomórfica, muy esbelta y definida. Un ángel. Un ángel salvador y verdugo. Un ángel que es bendición y condena. Ángel y demonio al mismo tiempo. Una vez más, dirige su imponente mirada hacia la mía, y en las fosas abisales que son sus infinitos abismos oculares puedo discernir una vasta amplitud de sensaciones visuales. Una inevitable fuerza atractiva se cierne sobre mí. Tengo una necesidad irrefrenable de atravesar la ventana que nos separa y lanzarme al vacío abrazo de sus cálidos brazos y de sus alas etéreas. Y caer. Todo se torna oscuridad. Me veo rodeado por las erosionadas calaveras de muchos otros que lo intentaron antes que yo. 


La encarnizada lucha con el destino, un destino que cambió con tu llegada. Un destino que iluminaste y salvaste con tu presencia y que sumiste en las más absolutas tinieblas conocidas con tu marcha. ¿Ángel? ¿Demonio? ¿Qué importa eso? Me debato entre la vida y la muerte espiritual, tratando de saber qué hacer para rescatar mi alma. Entregarme a ti puede significar mi mayor destrucción. O mi salvación eterna. Vuelvo a mirarte a los ojos y tomo una decisión. Envuélveme con tus bellas alas y transpórtame a donde quiera que lleven tus designios. Elévame hasta los confines de los cielos o sumérgeme en las profundidades del averno, no me importa. Sólo quiero estar contigo, ángel.

                Hold me inside your wings and stay… Oh angel, take me far away.




lunes, 21 de enero de 2013

Rímel

Tu mirada al tiempo lo ha podido detener. Yo solo con ver, no sé comprender, dime melodías para que pueda entender. No sé cómo hacer para que de mi lado tú nunca te vayas, si teniéndote en mi vida para todo tengo agallas.

Me despierto sobresaltado, moviendo los globos oculares frenéticamente de un lado a otro de la habitación. Me encuentro en una cama de hospital, intubado. Padezco una severa enfermedad neurodegenerativa y he sufrido un desvanecimiento reciente. Apenas soy consciente de ello, todo lo que sé es lo que dicen los médicos, que aseveran que el fin de mis días se encuentra cercano. Soy relativamente joven, pero la predisposición genética y me imagino que algo de mala suerte, hicieron que manifestase esta enfermedad hace escasos meses, y que haya avanzado a ritmo vertiginoso. No recuerdo absolutamente nada de mi pasado, ni de las personas que me rodean, ni de quién soy, siempre me pregunto si mi vida era feliz. Solo soy capaz de recordar una cosa, una sola cosa. Mi enfermedad consiste en un deterioro de las neuronas, y esto es lo que ha causado que se borren todos mis recuerdos. Pero este único recuerdo que ha perdurado, este maldito recuerdo punzante y doloroso, no se aloja entre las conexiones neuronales, es algo mucho más profundo, una estaca ilusoria clavada a conciencia en las profundidades de mis entrañas.


Ojalá conservar por toda la eternidad olores que antaño
 impregnaron una chaqueta verde recién estrenada…

Ya borré esa mancha de rímel de aquella estúpida chaqueta… aunque jamás la conseguí borrar de mi corazón. Quedó sellada, cual huella impertérrita ante el paso del tiempo. Todo intento fue absolutamente en vano. Lo que aquello simbolizaba, impregnaba mi alma y todo mi ser, y me quemaba por dentro. Intenté librarme de ello por todos los medios, pero jamás fui capaz, y finalmente, tuve que aprender a vivir con ello. Traté de odiarlo, pensando que quizás, así me abandonaría aquella sensación. Pero no lo hizo. Traté de ignorarlo, pero se trataba de un dolor palpitante, como el de una herida abierta que supura, que te llega hasta el cerebro y se mantiene constante, martilleante. Aquel sentimiento abrasador me había ido consumiendo y ahora, llegado el final de mis días, iba a ser lo único que me llevase a la tumba. Para bien o para mal. Para toda la eternidad.

Por más que el mundo está podrido. Por más que todos miran a su ombligo, puedo mirarte a los ojos mientras te digo: “No sé qué haría en mi vida si no estás conmigo, gyal”.





jueves, 17 de enero de 2013

Do me a favour


                Do me a favour, and break my nose. Do me a favour, and tell me to go away.

Escucho Arctic Monkeys tumbado en mi cama, meditabundo, contemplando el inexpresivo techo, con mis pensamientos flotando por la atmósfera de la habitación. Hastiado. Suelo escucharlos durante estos periodos de melancolía desbocada en los que todo a mi alrededor parece ilusorio. Un juego de luces y sombras que se confunden en el espacio/tiempo y que distorsionan mi realidad. Suspiro. Últimamente las cosas no han ido bien, 2013 ha llegado con toda su furia para mí. Creo que objetivamente ha sido la peor entrada de año de mi vida. Absolutamente todo está saliendo al revés de como debería marchar, por eso prefiero pensar que esta no es la realidad, sino un universo paralelo del que regresaré en cualquier momento y mi vida será plena y feliz. Pero las canciones de Arctic Monkeys se acabarán, mi mirada volverá a enfocar mi viciado entorno, y descubrirá con pesar y abatimiento que solo existe una situación, esta, la mía, y que por mucho que desee con todas mis fuerzas que no sea tal, es la que hay, y me toca lidiar con ella. Lo peor de todo es que estás tan obcecado en evadirte de tu propio mundo que te olvidas de que hay gente en él que no entiende que necesites hacerlo. Gente que te importa pero no ven las cosas como las ves tú. Y te desesperas, porque necesitas sentirte comprendido. Escribo estas líneas con la esperanza de encontrar auxilio y respaldo en el desahogo del vacío, un grito desgarrado al cielo, clamando paz. Qué difícil es necesitar a personas que están tan lejos… ya sea física o figuradamente, o ambas. Supongo que es necesario aprender a vivir con ello, ya que al final, la única persona con la que tienes garantías de pasar toda la vida es contigo mismo. Por tanto, he de volver a mi terrible realidad, de la que no puedo escapar, pero sí puedo tratar de cambiarla. Y eso voy a hacer…

..Y deberías tenerlo en cuenta esta noche… deberías… And she won't be surprised, and she won't be shocked.

P.D.: Tramposa.



jueves, 10 de enero de 2013

Hastío


And if you go, I wanna go with you. And if you die, I wanna die with you. Take your hand and walk away.

Vuelta a caer. Vuelta a los oscuros abismos del averno. Dos meses. Dos meses tratando de enmendar esta tragicomedia que es mi existencia. Dos meses tratando de hallar la positividad donde no la hay, tratando de buscar la felicidad con ahínco. Para nada. Al final, todo vuelve a los orígenes, y por más que me empeñe en adornarlo todo con simbolismos idílicos, tan solo se trata de un inocente espejismo infantil. Un burdo autoengaño a sabiendas de que este modo de vida es enfermizo, para tratar de darle un giro revelador, un intento de nadar a contracorriente para tratar de huir de las temibles garras del destino. Un soplo de aire fresco que me devolviese la fe en mí mismo. Pero al final, nadie puede escapar a su naturaleza. Al final, todo es tan inestable como un delicioso soufflé, todo es tan frágil como un fino y delicado cristal. Basta un levísimo roce para desmoronar todo cuanto habías estado construyendo, haciéndolo añicos, rompiéndolo en mil pedazos ante tu impotente y desesperada mirada. Todo a tu alrededor parece carecer de sentido. Pierdes la conexión con el mundo y la realidad, la soledad te atrapa en su siniestra red. Cuando pierdes la base sobre la que estabas edificando, ¿qué puedes esperar? Cuando ves que te derrumbas y que no te puedes aferrar a nada, ¿qué te queda, salvo hundirte? Cuando la luz que guiaba tus pasos hacia la salvación se ha extinguido, ¿cómo evitar perderte en las sombras? Cuando ya nadie puede ayudarte…


lunes, 7 de enero de 2013

Dedicación


Cuando ya no queda nada solo nos recuerdan las palabras. El tiempo es juez en este juego de ajedrez, solo se vive una vez pero se mueren demasiadas.

La agonía se me antoja infinita en el vacío de las claras lagunas de la soledad. Cual cucaracha descabezada, sigo con vida a pesar de la extirpación de una parte vital de mí. Busco en mis recuerdos instantes congelados de absoluta felicidad, mientras vago por los insondables caminos de la incertidumbre. Tú… Yo… Entes perdidos, condenados al olvido en la inmensidad del cosmos. Meras sombras que juegan a encontrarse en la oscuridad y coquetean con la idea de un futuro en compañía la una de la otra. ¿Por qué te fuiste?, pregunta una voz lejana, susurrante, casi imperceptible. No hay respuesta a la pregunta salvo el tenue soplido del viento de la mañana, que silba sobre los destartalados tejados. Me abandonaste a mi suerte en pos de un paraíso adulador, promesas de una existencia plena en el baile de máscaras de la desazón. Busco con mis labios el roce de tu piel venenosa mientras saboreo una última vez el dulce aroma de tu cuerpo. Tú paladeas mi cuello, mientras con tus dedos recorres mi espalda de forma juguetona, y te pierdes en mil suspiros. Dices que huelo a verano. Tú hueles a esencia vital, tu presencia insufla vida, y cuando te vas, dejas un rastro de marchitez a tu paso. Ahora te esfumas. Te escapas entre volutas de humo que se escurren entre mis desesperados dedos, que te persiguen hasta los límites de la locura, más allá del andén de los sueños rotos en una ciudad insulsa cuyo nombre se pierde tras el alba. Todavía conservo grabado a fuego en mi piel el tacto de tus cálidos y longevos abrazos invernales, inundados de una infinidad de intensos sentimientos del pasado. Y te alejas… y te alejas… y te pierdo para siempre.

... Al amor correspondido, y al amargo sabor de lo perdido... Te echo de menos.


sábado, 5 de enero de 2013

Te quiero.

6 de Enero de 2013. Noche de Reyes. Recuerdo que hace justamente un año, escribí una entrada en este blog. Posiblemente la entrada más desgarradora y desoladora de las que he escrito. Me parece que fue la única que escribí con los ojos anegados en lágrimas. Un gran porcentaje de las entradas que he escrito en este blog, son de carácter bastante triste, puesto que casi siempre lo he utilizado como vía de escape, para evadirme de la realidad cuando los problemas me sobrepasaban. Pues a pesar de todas las entradas tristes (algunas terribles) que he escrito, creo que aquella vez fue en la que peor estaba en el momento de escribir. Creo recordar que había tenido una acalorada discusión con mi padre que había acabado con un portazo y conmigo enclaustrado dentro de la habitación, sumido en terribles pensamientos acerca de mi existencia. Quizás no fue una discusión mucho más grave de lo normal, pero es un día en el que se supone que la familia debe estar unida y me sentó especialmente mal. Y allí, sentado en la incómoda silla, comencé a teclear en el portátil para descargar mi dolor.

Un año después, me encuentro a las 2 y media de la mañana escribiendo estas líneas porque, de nuevo, estoy hecho una puta mierda, hablando en plata. Y es que parece que se está tornando en costumbre esto de pasar deprimido la noche del 5 al 6 de enero. También parece que estoy tomando como costumbre lo de escribir entradas personales, pero la verdad es que supongo que desahoga más que escribir de forma metafórica (que también), y total, como me leen cuatro gatos (siendo generosos), tampoco me importa mucho. Debería estar estudiando ahora mismo, y lo cierto es que es lo último que me apetece hacer en el mundo, porque no puedo parar de pensar en cierta personita, dándole vueltas, uuuuuna y oooootra, y oooootra vez, y no se va de mi puñetera cabeza. Es un constante repiqueteo que no me permite concentrarme en nada más, lo cual me frustra y me desespera a partes iguales. Cuando parece que estoy empezando a controlar un poco mis pensamientos, vuelve a aparecer para quedarse. Parece reírse de mí, diciendo: "eh, tú, que no te vas a librar de mí". Y lo cierto es que creo que una parte de mi subconsciente no quiere dejar de pensar en ella, y por eso no la deja salir. Porque es tan importante que no quiero olvidarme de ella, ni de lo que representa para mí, ni de lo que siento, porque es auténtico, y nunca me había sentido así. Así que sí, estoy jodido, pero supongo que es algo inevitable, y no sé si en algún momento se llegará a pasar, pero no tiene pinta de que vaya a ser a corto plazo. Nos estamos haciendo mucho daño los dos, pero es que nos necesitamos, y no nos tenemos, y eso nos mata. Supongo que es un mal necesario esto de distanciarnos, pero la verdad es que está acabando conmigo. Espero poder sobreponerme. Pronto.

Te quiero.