Pasar página. Esa expresión tan utilizada que poca gente es capaz de llevar a la práctica. La vida te enseña a base de varapalos, algunos muy duros, que ilusionarte solo sirve para acabar haciéndote daño y sufriendo. Por otro lado, vistos de forma positiva, estos varapalos sirven para hacerte crecer y madurar como persona. Te hacen fuerte. De todo hay que sacar lo bueno. Paso página y pongo fin a un capítulo de mi vida que en gran parte ha sido para olvidar. Demasiados años, perdido en este mundo. Esta última etapa ha sido especialmente bella y agónica al mismo tiempo. Siempre quedarán los buenos recuerdos que, aunque ahora recientes, punzantes y dolorosos, en un futuro serán algo digno de conservar en la memoria, y no podré evitar esbozar una sonrisa. Esa sonrisa que tanto te gustaba. Dicho esto, comienza la etapa de mi vida en la que, como te prometí a ti y sobre todo a mí mismo, toca ser feliz, aunque sea sin ti…
Habré de buscar un nuevo pilar en el que sostenerme para no caer, aunque
sea imposible reemplazarte. Supongo que a pesar de todo, agradezco mucho que te
hayas cruzado en mi camino. Me has guiado hacia este fin de etapa, hacia el
inicio de una nueva forma de vivir, has sido un punto de inflexión en mi vida y
jamás te olvidaré. Siempre te querré. Me has aportado mucho en muchos aspectos.
Llenaste mi existencia con tu llegada y la vaciaste con tu marcha, y aún no sé
cómo voy a llenar ese enorme vacío, ya que lo has significado todo para mí.
Pero ahora cada cual seguirá su camino, por separado, y espero que el que tú
has elegido te lleve a la felicidad. Adiós y…
Este es un escrito al dolor. Ese
dolor tan intenso que solo es concebible en las peores pesadillas. Dolor del
alma que desgarra cada resquicio del cuerpo y late enfurecido.
No sé qué tendrán las noches del
6 al 7 en meses invernales, por algún motivo son siempre fatídicas. 220 días
desde aquel primer encuentro con ese simpático ser felino, que invadiría mi mundo, en el que se quedaría para siempre. Cerca de dos terceras partes de un año cargado de
demasiadas emociones. Tantos momentos inolvidables que quedan empañados por un
triste y desgarrador final. Y es que es muy duro ver cómo una persona que te
cambia la vida, alguien que sin planearlo pasa a significarlo absolutamente
todo para ti, un buen día desaparece para siempre. No creo que sea algo a lo
que un ser humano pueda terminarse acostumbrando. Fragmentar el alma de esa
manera debería estar prohibido. Nunca jamás habrá manera de llenar ese vacío. Seré un cadáver andante, errante por el mundo de los vivos. Lo seré hasta que dejes de dolerme, y lo cierto es que no sé cuánto tiempo de ese "siempre" tardará en suceder eso. Me
resulta imposible concebir que todo quede en un precioso pero perdido capítulo
en mi vida. Algo de luz entre la oscuridad de los insondables registros de un
deprimente pasado. Algo que recordaré como un maravilloso sueño del que, como
en el caso de todos los sueños, era inevitable despertar en algún momento. Una
despedida que sabe a muerte, un dolor indescriptible que nunca terminará de
cicatrizar.
Guárdame en tu corazón y que no se te olvide
que he muerto al perderte, porque tú eras mi vida.
Los mayas anunciaron que el fin
del mundo debía llegar cuando el pasado año estuviese a punto de expirar. Quizás el
mundo como globo terráqueo sigue girando, y la vida de millones de personas se
ha mantenido inmutable. Pero lo cierto es que fue entonces cuando mi mundo, el
nuevo mundo que estaba forjando sobre un cimiento que creía sólido, comenzó a
desmoronarse. Ruinas de lo que prometía ser un esperanzador futuro se alzan
ante mí, mientras observo impotente la escena. Tenues lagunas redondeadas,
disfrazadas de dolor, agonía, sufrimiento y frustración, resbalan danzarinas
por las laderas de mis mejillas, creando un cristalino charco al derramarse
grácilmente. Mis enrojecidos ojos, aun al borde de la sequía, no cesan de
emanar tristeza en forma de cálidos aguaceros salados. Los dulces recuerdos se
tornan en amargos puñales que atraviesan sin piedad mi maltrecho corazón.
Tengo la sensación de que el
tiempo se detiene. Nada importa ya, todo lo demás se me antoja completamente
superfluo y trivial. El sueño se ha tornado en pesadilla, y lo peor de todo, es
que aunque sea doloroso en extremo, en esta fría despedida me aferro a esa pesadilla,
la amo, ya que es lo único que me queda, y mi única fuente de vida. Esta puta
pesadilla.
When I close my eyes I hear your velvet wings and cry…
Una vez más, el viento sopla en
contra. Silabeantes pero poderosos susurros golpean con insistencia el vidrioso
cristal de mi ventana, lo cual provoca que me sobresalte y me vuelva hacia ella.
Mientras observo, un gorrión se toma un pequeño descanso de su frenético vuelo
en el alféizar. Su incesante y nervioso movimiento de cabeza obnubila por un
instante mis pensamientos, que se ocupan en preguntarse qué estará pasando por
la mente de esa pequeña criatura alada. Hay algo que me llama la atención en
ese ser. No se trata de un ave convencional. Me está mirando fijamente, trata
de decirme algo con los ojos. Son unos acais sobrehumanos. En un momento, se
sume en un resplandeciente haz de luz cegadora. Retrocedo unos pasos,
impresionado ante tal espectáculo, y no sin dificultad, consigo alzar la vista
de nuevo, aunque con los ojos entrecerrados. Todo ha cambiado. El pequeño
gorrión se ha tornado en una forma antropomórfica, muy esbelta y definida. Un
ángel. Un ángel salvador y verdugo. Un ángel que es bendición y condena. Ángel
y demonio al mismo tiempo. Una vez más, dirige su imponente mirada hacia la
mía, y en las fosas abisales que son sus infinitos abismos oculares puedo
discernir una vasta amplitud de sensaciones visuales. Una inevitable fuerza
atractiva se cierne sobre mí. Tengo una necesidad irrefrenable de atravesar la
ventana que nos separa y lanzarme al vacío abrazo de sus cálidos brazos y de
sus alas etéreas. Y caer. Todo se torna oscuridad. Me veo rodeado por las
erosionadas calaveras de muchos otros que lo intentaron antes que yo.
La encarnizada lucha con el destino, un destino que cambió con tu llegada. Un destino que iluminaste y salvaste con tu presencia y que sumiste en las más absolutas tinieblas conocidas con tu marcha. ¿Ángel? ¿Demonio? ¿Qué importa eso? Me debato entre la vida y la muerte espiritual, tratando de saber qué hacer para rescatar mi alma. Entregarme a ti puede significar mi mayor destrucción. O mi salvación eterna. Vuelvo a mirarte a los ojos y tomo una decisión. Envuélveme con tus bellas alas y transpórtame a donde quiera que lleven tus designios. Elévame hasta los confines de los cielos o sumérgeme en las profundidades del averno, no me importa. Sólo quiero estar contigo, ángel.
Hold me inside your wings and stay… Oh angel, take me far away.