A veces me permito soñar. A veces
me permito caer en el anhelo de lo imposible y jugar a sorprenderme con la
estupidez humana. Y la no humana. La mía. ¿Qué lamía? ¿Mis heridas o tu
suplicante coño? He perdido el hilo. Y la madeja entera. Escribir líneas al
azar y esperar que converjan en algún punto infinito del multiverso. Multi
versos. Versos de besos. Besos que versan sobre historias apagadas. Farolas
encendidas que parpadean alumbrando tenuemente las calles de la urbe. Alumbran a dos mendigos peleándose por un aliento en forma de un último suspiro de vino
tinto. Se revuelcan por el suelo como nos revolcamos nosotros, sin pudor. Buscando
la vida y al mismo tiempo perdiéndola. Junto con la vergüenza. Acompasando las
respiraciones en un grotesco baile. La gente mira. ¿Y qué más da, si esto es
solo tuyo y mío? Cuando te desabrocho el alma, ya no hay vuelta atrás. Se
entrega a mí con desenfreno mientras pienso si quiero saber si me besarás.
¿Quiero saberlo? ¿Eres mía? ¿O yo soy tuyo? Estas preguntas también resuenan en
tu cabeza cuando finalmente te beso. Tal vez solo eres un animal peligroso
persiguiendo un relámpago llorón que no sabe a dónde va.